20/9/07

LA SUPERVIVENCIA (2)

Cumplí un mes en Italia sin que los milagros de laboro que prometía Evita (una compatriota de 68 años de edad) se hicieran realidad. Ella termino el trabajo por el que yo la estaba reemplazando pero al contrario de lo que yo esperaba continuo con su mismo ritmo de entradas y salidas, pues según decía, su contrato de trabajo con Lina solo establecía que viniera a darle sus alimentos y acompañarla a dormir por este motivo y como para compensarme (ya que yo no recibía ningún pago por mis servicios) me animaba a salir cuando yo lo quisiera. Al principio me resultaba temeraria esta situación ya que Lina a duras penas se mantenía en pie y a veces tenia la costumbre de alzarse sola para ir al baño, sin embargo con el tiempo terminé acostumbrándome a la idea de que en Italia casi todos los ancianos viven solos.

Un día Evita me pidió que la acompañara a hacer las compras del supermercado pero justo cuando ibamos de salida me di cuenta que no tenia en la cartera la tessera del abonamento para el pullman (un pago mensual que permite viajar en estos sin tener que pagar cada vez). Contrariada y temiendo que se me hubiera caído opte por quedarme a buscarlo, como no logre encontrarlo decidí ir a preguntar al sitio donde lo recabé que se hacía en esos casos.

Al regreso de mis afanes pasé por el mercado internacional que estaba abierto ese día y me entretuve mirando las maravillas que me iba a comprar el día que tuviese un sueldo. Tan entretenida estaba que no me di cuenta que el tiempo se fue volando, cuando miré mi reloj iban a ser las cinco y me apresuré en regresar. Me tomé la tarde ese día, confiando en que Evita volvería pronto a casa ya que no podría ir a otro lugar con las compras del supermercado.

El ascensor hizo su habitual recorrido de los cuatro pisos y por fin se detuvo, al meter la llave en la cerradura me sorprendió el extraño silencio del interior, al abrir, el televisor estaba apagado y Lina no se hallaba en su poltrona, al girar en busca de respuestas el espectáculo fue aterrador: Junto a la puerta del baño había un amenazador charco de sangre coagulada y al costado las sandalias de Lina. Las entrañas se me sobrecogieron y la cabeza se me agiganto, presa de pánico avancé temiendo encontrarla muerta o tirada en el piso agonizante, en su lugar solo vi un montón de toallas ensangrentadas arrojadas dentro del lavabo, insistí en buscarla en toda la casa llamándola, hasta que comprobé que alguien había llegado antes que yo. Cuando fui a la cocina vi sobre la mesa las bolsas de las compras de Evita y además otra con productos de belleza, dentro de las ollas había comida a medio hacer...traté de serenarme y adivinar lo que habría sucedido. Seria que Lina se había caído estando con Evita?... habría ella venido y vuelto a salir después de darle sus alimentos?... quién habría encontrado a Lina: Evita?... o la vecina de arriba que venia a visitarla dos veces por semana?...y la pregunta del millón: En qué estado se encontraba Lina!!!... Por fin decidida a enfrentar los hechos y tratando de ser totalmente positiva llamé a Evita. Del otro lado, su voz calmada me devolvió la esperanza. Me contó que ella vivió la misma experiencia que yo al arribar a casa, que fue la vecina quién la encontró y llamo a Pronto Socorro pues después de darle sus alimentos ella volvió a salir hacia la peluquería, que ahora Lina estaba en observacion pues había perdido mucha sangre pero que felizmente en ningún momento había perdido el conocimiento....

Como hasta ese día nunca había ido al hospital no tenia idea por donde quedaba este así que me quedé a esperar sola en casa. Esa noche me toco la tarea de limpiar toda la sangre derramada: en el piso, las paredes, las toallas, las sandalias y la bata de Lina; iba y venia con baldes llenos de agua con sangre que en un momento llegue a sentirme como uno de esos asesinos de las películas cuando tratan de borrar sus huellas después de un crimen cometido. Era tal mi aprehensión por desaparecer todo rastro de sangre de mi vista que cerré todas mis emociones y sentimientos al casi macabro espectáculo. Después ya sola en mi cama tuve que enfrentar mis fantasmas del miedo al estar por primera vez sola en esa casa en medio de la oscuridad...

Al día siguiente cuando fui con Evita a visitar a Lina, encontré a esta tan contenta y feliz como si no le hubiera pasado nada, preocupadisima por el señor de enfrente que según decía no había dormido durante toda la noche, tampoco entendía, pues nos preguntaba contrariada, porque no podía mirar la television.



8/9/07

LA SUPERVIVENCIA

Son las siete de la mañana de este flamante domingo y por eso sigo en la cama, los ojos habituados a despertarse con la primera luz que se filtra por la ventana me han despertado como de costumbre. Enciendo la luz del velador e intento escribir algo con mucho sigilo, para evitar que Alda, la anciana que cuido, se despierte y de inmediato irrumpa en mi habitación en su búsqueda inagotable de los recuerdos que el alzheimeir implacable se encarga de borrar de su mente a cada paso que da...

Parece mentira que por fin este laborando luego de casi mes y medio de estar intentando superar las naturales barreras que uno se encuentra al arribar a un país extraño, con una lengua diferente y costumbres tan distintas a las nuestras. Cuando sali de Peru no sabia a ciencia cierta hacia donde me dirigía o para decirlo de otro modo, no tenia claro si tendría un sitio donde dormir, pues aunque tenia familiares radicando acá, es bien sabido que esto no es en nada parecido a lo que acostumbramos hacer los latinos, aquí cada quien se arranya como puede, por este motivo lo mejor que pudo conseguir una sobrina para mi a los tres dias de haber arribado, fue que una compatriota amiga suya me brindara el sofá de la anciana que cuidaba a cambio de que yo se la asistiera mientras ella se escapaba a otro trabajo.

Cuando vi por primera vez a Lina, una anciana de noventicuatro años, de ojos azules saltones y cabello plateado, lo que mas me impresiono fue el grosor exagerado de uno de sus brazos, lo que unido a la enormidad de sus piernas la hacían parecer aun mas grande del metro setenticinco que debía tener. Para lograr incorporarla de su poltrona, yo (con mi metro cincuenticinco) debia poner mi pie delante de el de ella para que no resbalara, tomarla de la mano que tenia buena y con mi hombro y toda mi fuerza impulsarla hacia arriba... Esas fueron las unicas instrucciones que Evita, la amiga de mi sobrina me dio antes de dejarla en mis manos. "Además, agrego, tienes que sonreír cada vez que te habla, para que crea que la estas entendiendo"...

De esta manera y sin mayor preámbulo, ingrese de bruces en el álgido campo de la asistencia de ancianos.
Una de las razones por las que acepte mudarme al trabajo de Evita fue por la posibilidad de aprender en directo todo lo concerniente a la alimentacion y tratamiento de los ancianos así como la promesa por parte de ella de un posible trabajo, sin embargo lo que yo tambien buscaba era averiguar si seria capaz de realizar ese tipo de trabajo. La oportunidad llego un dia en que me encontraba sola y vino a casa la enfermera que debía curar a Lina, aunque ninguna de las dos hablaba el idioma de la otra, utilizamos el lenguaje de señas para comunicarnos. Como ya había visto lo que Evita hacia cuando ella venia me coloque los guantes y dispuse todo para ayudarla, primero entre las dos desvestimos a Lina, quien permanecía sentada y asequible, luego la enfermera fue retirando una a una las gasas que cubrían todo el pecho de la anciana y poco a poco fue quedando al descubierto su dolorosa realidad. Al verla ahí tan serena y sin emitir ningún gemido nadie diría que era cierto que un cáncer de mama la consumía; hacia cuatro años le habían extirpado uno de los senos y ahora la malatía se dirigía hacia el otro lado, en su camino de expansión el cáncer había hecho erupcionar trozos de piel que al abrirse iban formando una especie de rosas de carne de un color purpura encendido que al menor contacto o fricción se deshacían. Por un instante quise quitarme los guantes y huir pero seguí observando. El tratamiento que le daba la enfermera solo consistía en desinfectar las heridas aplicándole una especie de solución yodada, cambiarle las gasas, ponerle una malla y volverla a vestir, todo esto con mi ayuda. Cuando el proceso termino me alegre de ser la sustituía y estar solo de paso, sin embargo con lo que no contaba era que un día mientras ayudaba a Lina a realizarse su aseo personal, ella misma rozara una de sus heridas y se bañara en sangre, entonces como no había nadie mas a quien llamar no me quedo otra que llevarla a su cámara, colocarme los guantes y ejecutar lo que le había visto hacer a la enfermera. Al final la anciana sonreía agradecida y yo acababa de graduarme como experta en la materia; ese día aprendí que en una situación de emergencia el sentido de responsabilidad unido a un poco de compasión pueden mas que cualquier sentimiento de resistencia que uno pueda experimentar. Después de eso ya no le tuve miedo a nada pues el resto concerniente a los ancianos lo sabe cualquiera que haya asistido a sus padres en sus últimos años.

Cuando recién llegue a casa de Lina creí que por su avanzada edad ella no entendería nada de lo que sucedía a su alrededor, pese a su extraña costumbre de permanecer todo el día delante del televisor al que a veces ni siquiera miraba, pero un dia mientras desayunábamos decidida a practicar mi italiano (o evitar que la lengua se me adormeciera) intente comunicarme con ella con las pocas palabras que llevaba aprendidas, entonces descubrí con gran asombro que la dulce nona estaba mas cuerda o lucida que yo. A partir de ahi y en nuestras sucesivas charlas me fue contando como era que su padre había perdido la vida en la segunda guerra mundial cuando ella solo tenia tres años de edad, que cuando cumplió diecinueve, su madre de cincuentitres enfermo y murió porque todavía no habían descubierto la penicilina, que pese a quedarse sola en este mundo nunca se caso y que toda su vida laboro en una entidad que se encargaba de velar por los derechos de los mutilados en guerra o los huerfanos a consecuencia de esta...
Cuando termine de conocer su historia entendí el que se preocupara siempre de asegurarse que hubiese comido tanto como ella o porque a lo largo de la tarde se interrumpía varias veces para preguntarme si no necesitaba algo. La nobleza de su corazón me hacia difícil procesar el hecho de que tuviera que pasar sus últimos años de vida de esa manera pero solo Dios es el que sabe el designio de cada quien. (Continuara...)