11/5/07


RECUERDOS DE MI MADRE

Tenía simplemente diecisiete años cuando fue nombrada la fundadora oficial de la primera escuelita de un remoto lugar que ella nunca había visto o imaginado ni en sueños, nadie había pasado por ahí antes que ella, por lo que desde los niños hasta los adultos no sabían leer o escribir ni siquiera su nombre. De apenas un metro cincuenta de estatura no se amilanó cuando tuvo que disciplinar a sus bastante crecidos alumnos logrando imponerse cuando lo ameritaba la ocasión.

Los días de semana les enseñaba a los hijos, y los fines de semana a los padres y no porque nadie la estuviera mirando pues la Supervisión a donde tenía que reportarse quedaba a varios días de camino atravesando las cumbres "a lomo de bestia".

Lo que nunca logré entender es porque cuando alguien de la ciudad llegaba a nuestro lugar (sanitarios, supervisores, o colegas de otras escuelas) ella los tenía que hospedar proporcionándoles sábanas limpias y colchas compradas especialmente para la ocasión y como si esto fuera poco, matara las gallinas para prepararles platos suculentos que tal vez en su vida habían comido, la casa era toda una feria cuando teníamos visitas. La gente muy bien atendida y sin pagar un centavo se iba muy agradecida y de seguro que regresaban el próximo año o nos recomendaban a sus amigos. Pero para mi madre lo normal era así. Solo evocándola a ella puedo comprender la actitud de Abraham (el patriarca) al salir corriendo a suplicar a dos desconocidos que se detuvieran en su casa y no continuaran su viaje hasta que no hayan comido y bebido lo suficiente.

en los treinta y cinco años que permaneció en el lugar, enseño a tres generaciones (padres, hijos y nietos) será recordada como un personaje de leyenda, porque aunque nunca estudio teatro, o dirección escénica alguna, sabía montar obras completas instruyendo a sus alumnos en los diversos personajes que encontraba en los libros de historia. Así la población sin querer aprendió por ejemplo en que consistía la fiesta del Inti Raimi y cómo se vestía el Inca con toda su corte, pues ella misma les confeccionaba los disfraces para que se vieran tan reales...De los más remotos lugares venía la gente a la plaza del pueblo el día festivo que se celebrara, a disfrutar del espectáculo sin precedentes.

Cuando por fin se jubiló y se vino a vivir con nosotros en la casa que comprara en la ciudad varios años atrás, todo el pueblo lloró, no se marchaba la maestra Carmen, sino la madre espiritual de tres generaciones. Antes de marcharse de este mundo, la invitaron de regreso para entregarle, en una ceremonia especial, las Llaves de la Ciudad, una promoción de la Secundaria lleva su nombre y las autoridades por iniciativa propia lograron que el ministerio de Educación le otorgara, después de muerta,  el premio a la Excelencia Educativa.

ESA FUE MI MADRE Y ME SIENTO MUY ORGULLOSA DE QUE LO HAYA
SIDO
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